jueves, 1 de septiembre de 2011

Un cuento.

Hoy llegó de visita mi hermana, ella es mucho más delgada que yo... o sería mejor decir, mucho menos gorda. Siempre he demostrado con ella que mi actual estado de obesa no me acompleja y que soy feliz, quizá lo único que ensombrece mi mundo gordo es que no hay la ropa que yo quisiera, pero bueno, mientras haya una buena costurera cerca, creo que no habría mucho problema.

Nos acomodamos a la mesa con un rico cafecito, debo reconocer que el café siempre ha sido mi delirio, aunque ahora mi gastritis no me permite disfrutarlo como en otro tiempo; aún así, me deleito bebiendo mi elixir negro (sin azúcar, por favor) y teniendo una conversación digamos... amena con mi hermana.

De repente alguien comenta sobre mis ojos rasgados, y mi hermanita salta diciendo que se ven rasgados por mis cachetes gordos...

Y de nuevo me pongo a pensar y me pregunto, si ella secretamente no menospreciará mi persona sólo porque peso más de cien kilos, los cuales se me notan hasta dos kilómetros de distancia (sino es que más) y que no puedo ocultar con la ropa por más que así lo desee.

Y no me queda mas que mirarla y sonreir (al parecer fue una broma, porque ella también se ríe), y reconocer que, efectivamente, tengo los cachetes gordos y mis ojos son pequeños, lo que no me quita la ilusión de seguir sabiéndome hermosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario